Libby no ha pisado un aula en cinco años, pero cuando se incorpora al instituto, sus compañeros no tardan en recordar quién es. Al fin y al cabo, resulta difícil olvidar a la Chica Más Gorda de América, esa a la que los bomberos tuvieron que sacar de su propia casa derribando las paredes.
A su lado, Jack lo tiene todo: un grupo de amigos, la novia más popular del instituto… aunque a él sus amigos le parecen unos cretinos y su novia, una estirada cruel. Nadie sabe que solo se aferra a ellos porque son las personas más fácilmente distinguibles del instituto. Nadie sabe que Jack necesita a personas así, porque nadie sabe que es prosopagnósico: padece una enfermedad que le impide reconocer hasta las caras de su familia. Cosa que, por cierto, su familia tampoco sabe.
Jack y Libby son los narradores de esta historia. Aunque ambos pasan por altibajos (lo cual los hace más creíbles como personajes), cada uno tiene una forma distinta de afrontar sus dramas personales. Su manera de ver el mundo (y a sí mismos) es diferente, y eso se refleja en sus respectivos capítulos.
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